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“Los medios han perdido el control de la agenda informativa”

Alfonso Bauluz, presidente de Reporteros Sin Fronteras, habla de la precarización del oficio, las amenazas a la libertad de expresión y la difícil situación que atraviesan los periodistas en zonas de conflicto

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Febrero 2024 / 121
Alfonso Bauluz

Fotografía
Andrea Comas

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Defender la libertad de información y proteger a los profesionales perseguidos por ejercer su oficio es la misión de Reporteros Sin Fronteras (RSF), una organización no gubernamental sin ánimo de lucro fundada en 1985 en Montpellier (Francia) por cuatro periodistas franceses y con representación en casi una veintena de países. Desde hace dos años el presidente de su sección española es Alfonso Bauluz, con quien Alternativas económicas habló recientemente sobre la precarización del oficio, las amenazas a la libertad de expresión y la difícil situación que atraviesan muchos periodistas que trabajan en zonas de conflicto y países dictatoriales.

¿A qué se dedica y cómo se financia Reporteros Sin Fronteras?
Los ejes con que actuamos son fundamentalmente la concienciación, la denuncia, la formación y el trabajo de lobby en el ámbito legislativo. Prestamos asistencia técnica, judicial, de emergencia, asilo y apoyo psicológico a los periodistas que lo necesiten. Por suerte, tenemos medio millar de socios irredentos que pagan su cuota. También contamos con socios institucionales, medios, universidades y asociaciones profesionales que contribuyen a sostener el presupuesto.

¿Qué han hecho recientemente?
Ayer mismo firmamos un convenio con el que Radiotelevisión Española nos hace una donación de 12.000 euros procedente del Premio Nacional de Televisión al programa Informe Semanal. Con ella esperamos financiar un par de posgrados para periodistas perseguidos o exiliados residentes en España. Hace poco concluyó la estancia de dos periodistas exiliadas, una cubana y otra colombiana, en la Universidad Miguel Hernández de Elche, y ahora mismo hay un periodista sirio que está cursando un máster de la Universidad Rey Juan Carlos. El resultado de estas actividades es sanador: se trata de potenciar las habilidades académicas de los periodistas y de mejorar sus oportunidades profesionales. Cuando cayó el Gobierno de Afganistán, en 2021, facilitamos que un centenar de personas, entre periodistas y familiares, tuvieran la documentación necesaria para venir a España. Y hemos hecho lo mismo con periodistas sirios. 
 

¿Qué es lo que más preocupa en RsF? ¿A qué asuntos le dedican más tiempo y más recursos?
Lamentablemente, lo que más tiempo consume es la burocracia, que te come mucho tiempo y esfuerzo. Para nosotros, la mayor preocupación es la persecución de física de los periodistas, pero también la persecución digital. El caso de la filipina María Ressa (premio Nobel de la Paz en 2021) es paradigmático. En su libro Cómo luchar contra un dictador explica muy bien cómo las plataformas digitales se han convertido en cómplices de dictaduras. El caso de Birmania fue clarísimo con el uso de Facebook, y podríamos enumerar otros muchos. Las situaciones más difíciles son los conflictos armados, que son los que tienen mayor coste humano, sobre todo para los periodistas locales, pero también para los corresponsales y los enviados especiales. Hemos participado en la elaboración de la Ley Europea de Libertad de los Medios de Comunicación haciendo aportaciones que consideramos importantes y muchas de ellas se han tenido en cuenta. También trabajamos en la concienciación sobre la importancia a la libertad de prensa en un Estado democrático.

¿Qué tipo de apoyo presta RsF a los enviados especiales a zonas de conflicto?
Durante estos dos últimos años en Ucrania hemos facilitado equipos de protección a periodistas locales y freelance internacionales. A algunos medios se les ha dado generadores, asistencia psicológica y formación para facilitar su trabajo, a la vez que se han investigado ejecuciones de periodistas por parte de las tropas rusas. En el caso de los periodistas que van desde España, les aportamos en la medida de nuestras posibilidades equipos de seguridad, chaleco y casco, además de seguros a precios asequibles.

Las condiciones de trabajo y la retribución de los periodistas han caído en picado los últimos años en España. ¿A qué es debido? 
Las empresas periodísticas han perdido muchos ingresos a manos de las grandes corporaciones de Internet. Meta, Google, Apple o Amazon acaparan el grueso de la publicidad digital. Eso significa que el modelo industrial tradicional ha periclitado. El modelo digital, a pesar de que ha abaratado infinitamente los costes de producción y de distribución, de momento está lejos de la rentabilidad en la mayoría de los casos. El New York Times, incluso vendiendo el producto a muy bajo precio para ensanchar el mercado, no tiene el mismo rendimiento que ha tenido tradicionalmente su edición de papel distribuida en furgonetas. También es cierto que estamos en la infancia de la era digital. Al principio no había costumbre de pagar por un servicio digital y poco a poco supongo que esto irá funcionando mejor.

En un par de décadas Internet ha cambiado por completo la manera en que la ciudadanía se informa sobre los temas de actualidad. ¿Ha sido para bien o para mal?
En términos de jerarquización y de repercusión de las noticias ha sido para muy mal. No sólo es un desastre para el modus vivendi de los profesionales o de los medios. También es nefasto para la ciudadanía, porque si no existe un criterio para diferenciar lo que son chascarrillos de lo que son noticias, que tienen la presunción de veracidad cuando están hechos por periodistas profesionales, esta confusión abona la desinformación y el ventajismo, más allá de que estimule los más bajos instintos, el odio, la polarización y la discordia.

Imagen
Alfonso Bauluz

¿Qué consecuencias tiene todo esto en la calidad de la información que llega a la gente? 
En lo que atañe a la información internacional es obvio. La carestía de las corresponsalías es muy alta. Los medios han retirado prácticamente a todos sus corresponsales de larga trayectoria, con oficio y conocimiento de los lugares donde estaban destinados. Hoy en día se sustituyen por freelance o por periodistas locales, que hacen su trabajo con gran dedicación, por supuesto, pero que no tienen el mismo perfil profesional. En la televisión, por poner un ejemplo, es muy barato tener tertulianos porque los costes de producción de esos programas son ínfimos. Incluso los presuntos expertos que tanto se precian de sí mismos y tienen soluciones para todo están penosamente pagados en relación a los que ejercen el mismo papel por las tardes en los programas de cotilleo. ¿Qué ocurre? Que los problemas sentimentales de vaya usted a saber quién parecen más importantes que lo que ocurre en Gaza o en Ucrania.

Mucha gente, sobre todo las personas más jóvenes, se informa principalmente a través de redes sociales.
¿Informándose o desinformándose?, me pregunto yo. También es cierto que los periodistas hemos perdido la credibilidad nosotros solos; hemos jugado a los juegos del poder y hemos salido miserablemente derrotados. Otro aspecto importante es que no utilizamos adecuadamente ni el lenguaje ni los canales que tenemos a nuestro alcance. Podríamos hablar de un periodismo viejuno que se niega a entender que, si existe un canal, nuestra obligación es estar en ese canal, no dedicarnos a pensar en cuánto pelo teníamos cuando éramos jóvenes, qué divertidos éramos o qué sagrado era el periodismo. El canal no es lo más importante, pero es imprescindible, y más en estos días. Llevo 30 años escuchando a mis compañeros que trabajan en televisión que cada día les dan menos tiempo para sus piezas en el telediario. En TikTok te dan dos minutos y puedes contar todo lo que quieras. Es otro formato, pero si está ahí la audiencia, ¿por qué se desaprovecha? Solo hay que ver la cantidad de jóvenes que han monetizado las cosas que hacen en YouTube, en Twitch o en Instagram. No es necesariamente periodismo, pero es verdad que hace mucho que dejamos de hacer periodismo para hacer infoentretenimiento.

¿En qué se nota más la precarización del oficio periodístico?
En la falta de independencia. Un periodista precario es mucho más susceptible de ser chantajeado, amenazado y manejado, mientras que un periodista que se gana honradamente la vida es mucho más resiliente a las amenazas, a las coacciones, a los chantajes y a todo aquello que molesta a quien las ejerce.

¿Se aprovechan los gobiernos y los grandes intereses económicos de la vulnerabilidad de las empresas periodísticas?
Absolutamente. El mayor drama de los medios de comunicación es que no tienen ningún control sobre la agenda informativa. Cuando pierdes el control de la agenda informativa pasas a ser un canal, un conductor, un chófer o como lo queramos llamar. Si tú no estableces cuál es la jerarquía noticiosa, una compañía eléctrica, un banco o una compañía naviera lo decide por ti. Los gobiernos están en su papel de pretender que los periodistas les masajeen. Y los periodistas, más que masajearlos, lo que tienen que hacer, es vapulearles. Es así de simple. Lamentablemente, la falta de solvencia económica de los medios hace mucho más fácil, tanto para gobernantes de partidos democráticos como de partidos con vocación totalitaria, manipular, instrumentalizar y coaccionar a los periodistas. 

Precariedad, estrés, amenazas, coberturas de riesgo... Muchos periodistas están sometidos a una presión tremenda. ¿Qué impacto tienen todos estos factores en la salud mental de los profesionales?
Nosotros hemos reconocido siempre el impacto emocional y psicológico que supone el hecho de presenciar lo más horroroso de la humanidad. Lo que ocurre ahora es que la precariedad y la falta de respeto al trabajo que experimentan los periodistas —da lo mismo que sea un fotógrafo, un camarógrafo o un redactor— se mezcla con la ansiedad que genera la falta de ingresos. Cuando empezó a popularizarse el uso de Internet empeoraron las condiciones económicas, y con la crisis de 2007-2008 empeoraron muchísimo más. Esta inseguridad pasa facturas psicológicas y emocionales muy grandes y, en muchos casos, llevan a renuncias a la carrera profesional. Son muchísimos los periodistas que han dejado de ejercer la profesión porque les era imposible ganarse la vida dignamente.

¿Cree que deben existir medios de comunicación públicos? ¿Qué hacen Televisión Española o la agencia EFE que no hagan los medios privados?
El artículo 20 de la Constitución consagra la libertad de expresión, la libertad de prensa y la pluralidad. Obviamente, hay que respetar la iniciativa privada, pero eso no garantiza la pluralidad. Una empresa informativa puede decidir que a lo mejor no es prudente para su cuenta de resultados cuestionar a tal o cual corporación. Sin medios públicos no se puede garantizar en su plenitud la pluralidad informativa ni la denuncia de abusos y atropellos. Habrá quien diga que los medios públicos no critican a los gobiernos de turno, pero ahí está el papel de los periodistas: enfrentarse a esa amenaza y llevarle la contraria a los gestores que se designan.

Desde la oposición siempre se critica que el partido en el poder pone los medios públicos a su servicio colocando a periodistas afines al frente.
Si lo dijera una oposición que nunca ha gobernado, a lo mejor sería creíble. La realidad es que todos tratan siempre de manipular a los periodistas, tanto desde la oposición como desde el Gobierno. Obviamente, la falta de transparencia en los nombramientos de los responsables de los medios de comunicación públicos no ayuda. Los periodistas también tienen que estar a la altura de sus responsabilidades y defender su independencia. Por supuesto, siempre habrá también periodistas acomodaticios.

En Gaza han muerto más de un centenar de periodistas a manos del Ejército de Israel, un número desproporcionado comparado con los de otras guerras, como la de Ucrania, la de Irak, la de los Balcanes, incluso Vietnam.

Esa es la cifra que facilita el Gobierno de Hamás, que incluye intelectuales e influencers. Según nuestro criterio, el número de periodistas profesionales muertos en Gaza ronda los 70. Es una cifra desproporcionada si la comparamos con cualquier guerra.

¿Cuál es la posición de Reporteros Sin Fronteras sobre la cuestión? 
Hemos acudido dos veces al Tribunal Penal Internacional para denunciar ataques y asesinatos de periodistas. Es verdad que no en todos los casos tenemos la capacidad de saber exactamente cómo ocurrió, pero sí sabemos que se ha bombardeado de manera sistemática e indiscriminada a la población civil, y eso son crímenes de guerra.

El periodista español Pablo González lleva casi dos años detenido en Polonia bajo la acusación de espiar en favor de Rusia, sin que se le haya juzgado ni se hayan presentado pruebas contra él. ¿Qué ha hecho RSF al respecto?
Las gestiones que hemos hecho de manera directa ante las autoridades polacas no han surtido efecto. Estamos esperando que el nuevo Gobierno polaco nombre embajador en España para pedirle cita. Desde el principio hemos exigido poner fin al ensañamiento carcelario que padece Pablo. Son las autoridades judiciales polacas las que tienen que probar en un juicio justo y creíble las acusaciones que pesan sobre él.

¿Quién es?

Alfonso Bauluz

Aunque nacido y residente en Madrid, Alfonso Bauluz de la Iglesia (1965) insiste en definirse a sí mismo como “periodista asturiano” por haberse criado en el Principado. Doctor en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, trabaja en la Agencia Efe desde 1988 y da clases como profesor asociado de Redacción Periodística en su alma mater. Durante su carrera profesional ha sido corresponsal en Malabo, Ciudad de México y Manila. Es autor de los libros Prensa y manipulación. El Pentágono y las operaciones de información (Fragua, 2018), Fotoperiodistas españoles (Turner, 2011), junto a Rafael Moreno Izquierdo, y del trabajo colectivo Objetivo Bagdad: 12 reporteros en la guerra de Irak (Agencia Efe, 2003).