Te quedan 2 artículos gratuitos este mes.

Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

Arabia Saudí, campeona del ‘sportwashing’

Los petrodólares para fichar estrellas y organizar competiciones deportivas no deberían servir para tapar la violación de los derechos humanos, especialmente de las mujeres

Comparte
Pertenece a la revista
Marzo 2024 / 122
Image
Sportwashing

Ilustración
Furiaaaaa

Audioplayer Icon
Escucha el artículo

Mires donde mires, en Arabia Saudí puedes ver crecimiento y progreso, y me emociona formar parte de ello”. Son palabras del tenista Rafael Nadal tras darse a conocer, en enero pasado, su nombramiento como embajador de la Federación Saudí de Tenis. El acuerdo entre ambas partes, del que no se dieron cifras, incluye el compromiso del deportista de pasar cada año una temporada en Arabia Saudí para promocionar la práctica del tenis entre la gente joven y desarrollar una academia de tenis con su nombre.

El fichaje de Nadal, ganador de 22 torneos de Grand Slam y para muchos el mejor deportista español de todos los tiempos, es el ejemplo más reciente del esfuerzo de Arabia Saudí por mejorar su imagen exterior —muy deteriorada por el trato discriminatorio a las mujeres, la persecución de disidentes políticos y los bombardeos  de civiles en Yemen— con inversiones millonarias para contratar figuras del deporte u organizar torneos internacionales de fútbol, tenis, boxeo y automovilismo.

Organizaciones como Amnistía Internacional, Human Rights Watch y Grant Liberty recurren al término sportwashing para describir el uso del deporte con el fin de desviar la atención de la sistemática violación de los derechos humanos por parte de regímenes autoritarios. “Las estrellas y las marcas deportivas solían rechazar las ofertas para relacionarse con Arabia Saudí debido a sus bien documentados abusos de los derechos humanos”, sostiene Grant Liberty. “Sin embargo, se ha producido un giro preocupante en la actitud moral a medida que se han ido firmando acuerdos lucrativos”.

Hitler y Mussolini

La práctica no es ni mucho menos nueva. Regímenes dictatoriales ya practicaban el sportwashing mucho antes de que se acuñara el término. Uno de los mejores ejemplos son los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, que Hitler utilizó para mostrar al mundo el poderío de la Alemania nazi. Dos años antes, la Italia de Benito Mussolini había organizado el primer Campeonato Mundial de Fútbol en territorio europeo, ocasión que el dictador aprovechó para proyectar al exterior los éxitos de 12 años de régimen fascista. Italia acabó ganando el torneo entre sospechas de favores arbitrales, incluyendo el partido de cuartos de final contra España.

Ya en el siglo XXI, Rusia y China también han utilizado grandes eventos deportivos como herramienta propagandística. El gigante asiático, donde hay encarcelados miles de presos políticos y no existe libertad de expresión, organizó los Juegos Olímpicos de 2008 en Pekín, mientras el régimen de Vladímir Putin, criticado internacionalmente por la falta de libertades democráticas y su agresiva política exterior, hizo lo propio con los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi en 2014 y con el Mundial de Fútbol de 2018.

El fenómeno, por tanto, no es nuevo, pero las monarquías del Golfo Pérsico lo están llevando a su máxima expresión gracias a los ingresos obtenidos con la exportación de  petróleo y gas natural. Según Grant Liberty, Arabia Saudí ha invertido en el mundo del deporte 50.000 millones de euros desde 2016. Este esfuerzo forma parte de plan Vision 2030, impulsado por el príncipe heredero y hombre fuerte del país, Mohamed bin Salmán, con el objetivo de diversificar la economía saudí en paralelo a formidables inversiones en el exterior, incluida la compra de participaciones en empresas estratégicas.

El sportwashing puede practicarse por distintas vías, que van desde fichar estrellas del fútbol y albergar competiciones internacionales a comprar clubes europeos, poner publicidad en las camisetas de los equipos más prestigiosos del mundo o rebautizar estadios con el nombre de empresas emblemáticas. Arabia Saudí, por ejemplo, organiza el Rally Dakar (antiguo París-Dakar) desde 2020 y un gran premio de Fórmula 1 desde 2021. En los últimos meses ha acogido el combate por el título mundial de los pesos pesados entre Tyson Fury y Francis Ngannou, el Mundial de clubes de fútbol, el Mundial de balonmano y la finales Next Gen de tenis, entre otros eventos.

Equipos de fútbol saudíes han fichado recientemente a figuras como Cristiano Ronaldo, Karim Benzema y Neymar. El primero se ha convertido en el deportista mejor pagado del mundo: su club, Al Nasr, le paga 200 millones de dólares anuales. Leonel Messi rechazó una oferta de 350 millones del equipo Al Hilal y prefirió marcharse al Inter de Miami, pero ha firmado un acuerdo por 25 millones de euros para promocionar Arabia Saudí como destino turístico. El Public Investment Fund (PIF), fondo soberano del país, compró en 2021 el 80% del equipo de fútbol inglés Newcastle United por 391 millones de dólares.

La Supercopa viaja al Golfo

España es de los países que con más entusiasmo está colaborando con el lavado de cara de la monarquía saudí. Las ediciones más recientes de la Supercopa de fútbol se han jugado allí (excepto la de 2020, que se celebró en Sevilla por la covid-19) y se seguirá jugando en ese país hasta 2030 en cumplimiento del contrato firmado por la Federación Española de Fútbol, en tiempos de Luis Rubiales como presidente, por 40 millones de dólares anuales. Arabia Saudí es desde el año pasado patrocinadora y “destino turístico oficial” de la Liga de fútbol español.

“Endeudado hasta el cuello, el fútbol europeo se arriesga a convertirse en un títere bien pagado de la máquina de propaganda saudí, reforzando la percepción del Gobierno de que su lugar en la escena mundial no se va a ver amenazado por sus flagrantes abusos de los derechos humanos, al menos mientras continúe invirtiendo en eventos que nos distraigan de ello”, afirma Human Rights Watch.

Imagen
Sportwashing

En 2022, Arabia Saudí creó su propio circuito de golf profesional, LIV, con financiación del  fondo soberano PIF. El golfista español Jon Rahm, que prometió no participar jamás en el nuevo circuito, firmó pocos meses después un acuerdo para jugar en él a cambio de 550 millones de dólares, el mayor contrato en la historia del deporte. LIV ha lanzado una oferta para hacerse con el control de l circuito estadounidense PGA, una operación que se dirime actualmente en los tribunales y que, de cerrarse con éxito,  convertiría a Arabia Saudí en el agente más poderoso del golf mundial.

El próximo gran objetivo saudí es el Mundial de Fútbol de 2034, que parece prácticamente asegurado. Todo indica que la FIFA dejará de lado su compromiso de “promover una sociedad más justa e igualitaria a través del fútbol” y confirmará a lo largo de este año que el país albergará la mayor competición del deporte rey.

Arrogancia

¿Cómo responde Arabia Saudí a las acusaciones de sportwashing? Con una mezcla de despreocupación y arrogancia. En una entrevista con el canal de televisión estadounidense Fox, el príncipe Bin Salmán afirmó que lo único que le importa es que las inversiónes de su país en el deporte reviertan positivamente en su economía. “Si el sportwashing aumenta mi PIB en un 1%, seguiremos haciendo sportwashing", dijo.

Otros países del Golfo Pérsico llevan años haciendo lo mismo. Qatar organizó en 2022 el Mundial de fútbol más reciente, a pesar de que su selección no había jugado nunca una fase final del torneo. La FIFA cambió las fechas del torneo a noviembre y diciembre para evitar el calor del verano. El estadio del Arsenal se llama Emirates, como la línea aérea de los Emiratos Árabes Unidos, cuya marca luce en la camiseta de los jugadores del equipo londinense. Otra aerolínea de los Emiratos, Etihad, hace lo propio con el Manchester City, actual campeón de la Liga de Campeones y de la Premier League. El multimillonario qatarí Nasser Al Khelaifi es el dueño del Paris Saint-Germain, campeón de la liga francesa, patrocinado por Qatar Airways. El Real Madrid viste la publicidad de Emirates en su camiseta.

El 'caso Khashoggi'

Human Rights Watch denuncia que Arabia Saudí es un caso aparte en lo que se refiere a los derechos de las mujeres. Hasta 2018, estas no podían hacer deporte ni asistir a espectáculos deportivos. Recientemente ha habido tímidos avances — las mujeres ya pueden, por ejemplo, conducir y viajar al extranjero sin el permiso de un tutor masculino—, pero el Gobierno sigue sin permitir salir del país a las defensoras de sus derechos, que siguen siendo encarceladas con durísimas condenas. En agosto pasado, Salma Al Shebab, una estudiante de doctorado en Reino Unido, fue sentenciada a 34 años de prisión solo por haber utilizado la red social X. Las mujeres siguen necesitando permiso de un tutor masculino (padre, hermano o abuelo) para casarse y tienen la obligación legal de obedecer a sus maridos. Los derechos del colectivo LGTBI tampoco se respetan, y está prohibido hablar del asunto en Internet. En 2023 fueron ejecutados en el país170 presos. Según sus autoridades, las decapitaciones son compatibles con la ley islámica y esenciales para mantener el orden público.

El caso del periodista disidente Jamal Khashoggi, asesinado en 2018 en el consulado saudí de Estambul, es uno de los más conocidos debido a su condición de columnista de The Washington Post. Una investigación de la CIA concluyó que los asesinos, que descuartizaron el cadáver del periodista para sacarlo del consulado y deshacerse de él, eran agentes saudíes que cumplían órdenes de Bin Salmán.

El crimen desencadenó una oleada de condenas contra el régimen saudí, pero esa aparente indignación duró poco. El presidente de EE UU, Joe Biden, que prometió hacer de Arabia Saudí un “paria” de la comunidad internacional, viajó al país en 2022 y saludó efusivamente al príncipe heredero. El primer líder internacional que tuvo contacto directo con el príncipe heredero tras el asesinato de Khashoggi fue el rey emérito Juan Carlos, que charló animadamente con él apenas semanas después en el premio de Fórmula 1 de Abu Dabi.

La viuda del periodista, Hanan Elatr Khashoggi, fue una de las primeras en responder al mensaje en el que de Rafael Nadal confirmaba su fichaje por Arabia Saudí en la red social X. “Por favor, que no se olvide el legado de mi marido”, escribió.